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Educación en crisis, desafíos del camino a seguir

El cierre de las escuelas representa un parteaguas para el sistema educativo que pone en evidencia la fragilidad de su cobertura nacional y a su vez muestra un nuevo camino a seguir.
 
La oficial nacional de educación, Lucía Verdugo, de la Oficina de Unesco en Guatemala, reflexiona sobre cómo deberá ser el retorno a las aulas y cómo esta crisis desatada por el coronavirus puede ser una oportunidad de impulsar una reforma educativa y no regresar a un sistema que no ofrecía calidad.

La suspensión de clases provocada por la pandemia del Covid-19 presenta grandes desafíos a los sistemas educativos del mundo. Hace 5 años, los estados miembros de las Naciones Unidas se comprometieron en avanzar en la Agenda 2030, cuyo objetivo 4, liderado por la UNESCO, se refiere a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
 
Hoy, millones de niños, niñas y jóvenes del mundo están confinados en sus casas y las grandes brechas de acceso a la educación corren el riesgo de ampliarse. Aún en los países más desarrollados existen dificultades para que todos y todas puedan acceder a la educación a distancia por medio de plataformas digitales que son el medio más efectivo para que, estando en casa, se logren desarrollar los aprendizajes.

La gran velocidad en que la educación a distancia se está desarrollando no alcanza a la niñez y la juventud de países como Guatemala, en donde el reto todavía es lograr que la población escolar del área rural acceda a otras tecnologías como la televisión y la radio. La realidad, sin embargo, exige esfuerzos de creatividad e innovación, pero también la capacidad de realizar una planificación educativa sensible a la crisis. Se trata de considerar, por un lado, las medidas sanitarias y de mitigación del virus y las carencias a las que, sin duda alguna, habrá que hacer frente. Por el otro, considerar las oportunidades de recrear la educación al valorar los aprendizajes estimulados por la convivencia en la familia, las tareas simples del día a día, el manejo adecuado de las emociones, el aprovechamiento de los recursos limitados, la empatía con otros.

La crisis actual está obligando a los países a desarrollar nuevas maneras de cumplir con el derecho a la educación de millones de estudiantes que deben permanecer en casa y el guatemalteco no es la excepción. No será fácil para la escuela recuperar a miles de estudiantes en situación de vulnerabilidad. Pasaron las épocas de concebir a la educación como un proceso exclusivamente escolarizado, de transmisión de conocimientos contenidos en un currículo rígido y difícil de aplicar, culturalmente homogéneo y poco exitoso en términos de aprendizaje básico; recordemos los resultados negativos de las pruebas estandarizadas que cada año han reiterado cuanto hemos fallado en la intención de educar y el bajo logro de los graduandos en áreas de matemática y lenguaje.
 
La situación exige repensar la educación con flexibilidad para colocar como prioridades el aprender para solucionar problemas, pensar críticamente, tomar decisiones que convienen individual y colectivamente y ya no con la finalidad de evaluar para asignar una nota a la repetición de contenidos previstos. Hoy se rompen los paradigmas rígidos de la educación y se buscan nuevas formas de provocar oportunidades de aprendizaje y valorar el que se obtiene a través de la experiencia y la adaptación a una situación crítica, así como por medio de la lúdica, el arte y la lectura.

El siglo 21 exige educar para la convivencia pacífica, el compromiso con los demás y con el planeta, como vías hacia el desarrollo sostenible. Es necesaria una educación acorde a esta época de revolución tecnológica, en competencias digitales para docentes y estudiantes; lo cual evidencia la necesidad de una política pública de internet que brinde conectividad a nivel nacional para el desarrollo humano, científico y tecnológico del país.
 
Una educación que reconozca el papel de los docentes como actores clave del proceso educativo porque son quienes tienen vínculos cercanos con la niñez y la juventud, además de la enorme responsabilidad de su formación. La situación actual ha evidenciado la profunda vocación de miles de maestros y maestras que han tomado la iniciativa de continuar educando a pesar de la distancia y los recursos limitados con los que cuentan.

Para que la inclusión y la equidad educativas sean posibles en nuestro país, se requiere de un Subsistema de Educación Extraescolar fortalecido, con el cual sería más factible adaptarse a situaciones inesperadas. La educación puede desarrollarse fuera de las paredes de la escuela, con métodos alternativos y por medios diversos, que respondan a contextos y condiciones particulares de la niñez y la juventud que suele quedar al margen del derecho a la educación por barreras económicas y geográficas; por su género, pertenencia étnica o por vivir con alguna discapacidad.

La Coalición Mundial por la Educación Covid-19 y la iniciativa Los Futuros de la Educación, lideradas por la UNESCO, marcan el camino a seguir para que la crisis educativa se torne en una oportunidad para replantear el conocimiento, la educación y el aprendizaje en un mundo de creciente complejidad, incertidumbre y precariedad.