Historia

Pilar Luna y la arqueología subacuática, la vocación como un regalo de vida

“El agua se me fue metiendo”, decía Pilar Luna, sobre la pasión que la condujo a descubrir, estudiar y proteger la cultura y los tesoros subacuáticos.
Fotografía del INAH.

“El agua se me fue metiendo”, recordaba Pilar Luna Erreguerena, la arqueóloga mexicana pionera en el campo de la Arqueología Subacuática, en una entrevista que concedió a Radio INAH en el 2018. Nacida en Tampico, Tamaulipas, en 1944, la también nadadora formó parte del grupo de expertos que durante cuatro años trabajó en la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático de la UNESCO adoptada en el 2001. En 1950, su familia se mudó a la Ciudad de México. Su pasión era el agua, así que sin el mar cerca y contra los deseos de su madre, se dedicó a dar clases de natación a bebés y a niños con síndrome de Down. A los 18 años se convirtió en salvavidas de la Cruz Roja Mexicana.

Un enorme regalo de la vida

Decidió estudiar Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y entonces se preguntó qué pasaba con el patrimonio que yacía debajo de las aguas, aquello que no eran pirámides o ruinas. “¿Existirá algo que lo estudia?, ¿Cómo se pude llamar?, ¿Cómo lo busco?”, se preguntó.

Encontró la respuesta en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en el único libro que halló al respecto: Archaeology under Water, de George F. Bass, el padre de la Arqueología Subacuática. En ese recinto ubicado en el Museo Nacional de Antropología e Historia, Pilar Luna no sólo encontró la respuesta a su pregunta, sino lo que consideraba “un enorme regalo de la vida”: su vocación.

Me devoré el libro y en ese momento me dije ‘qué maravilla, sí existe. No estoy loca y a esto quiero dedicar mi vida'
Pilar Luna

Imagen del INAH.

Pilar Luna, la UNESCO y el patrimonio subacuático

En 1976, la Comisión de Cultura y Educación del Consejo de Europa inició un estudio sobre el patrimonio cultural subacuático. En ese momento se empezó a recorrer un camino al que le faltaban todavía muchos años y mucho trabajo para llegar a lo que es hoy la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, que son:

“Todos los rastros de existencia humana que tengan un carácter cultural, histórico o arqueológico, que hayan estado bajo el agua, parcial o totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 100 años, tales como: los sitios, estructuras, edificios, objetos y restos humanos, junto con su contexto arqueológico y natural; los buques, aeronaves, otros medios de transporte o cualquier parte de ellos, su cargamento u otro contenido, junto con su contexto arqueológico y natural; y los objetos de carácter prehistórico”.

En suma, estos restos “son testimonio de varios periodos y aspectos de nuestra historia, desde la crueldad del comercio de esclavos, la ferocidad de las batallas navales, el impacto de los desastres naturales, hasta los trazos de ceremonias religiosas y creencias o el intercambio pacífico y diálogo intercultural entre regiones lejanas”.

Durante cuatro años (1998-2001), expertos de varios países, incluyendo a Pilar Luna, se reunieron en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en París, para discutir los temas que deberían formar parte del importante documento.

Hubo que superar momentos álgidos, que tomar decisiones difíciles y que ir más allá de posturas extremas para llegar a un acuerdo en beneficio de la protección e investigación del patrimonio que yace bajo las aguas de nuestro planeta
Pilar Luna

Así fue como el 2 de noviembre de 2001, la plenaria de la 31ª Conferencia General aprobó la Convención. A partir de ese momento empezó otra etapa: lograr que los Estados Parte la ratificaran. Para que su entrada en vigor, ésta debía ser ratificada por 20 países y para ello, el Secretariado de la UNESCO para la Convención 2001 organizó una campaña mundial que comprendió serie de reuniones en diversas partes del mundo. En América Latina y el Caribe se celebraron los siguientes encuentros: 2002, Kingston, Jamaica; 2003, Santa Lucía; 2004, Bogotá, Colombia; 2007, Quito, Ecuador; 2008, nuevamente Santa Lucía; 2010, Cozumel, México, y en 2011, nuevamente Jamaica.

Como lo prometió, Pilar Luna dedico su vida a la exploración y salvaguardia del patrimonio subacuático, como lo atestiguan libros como “Las Aguas celestiales del Nevado de Toluca (2009)”, además de sus trabajos de exploración del Mediterráneo, en Turquía, en el Manantial de la Media Luna, en San Luis Potosí. Curiosidad, pasión, vocación. Estas características le permitieron, aún lejos del agua, grandes logros y descubrimientos: en 1979, Pilar Luna descubrió uno de los caracoles monumentales del Recinto Sagrado de Tenochtitlán.

Durante el tiempo que la Arqueóloga estuvo a cargo de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia (1980-2017) se llevó a cabo una campaña sobre la Convención y las ventajas de ratificarla. Finalmente, en julio de 2006, México ratificó la Convención, la cual entró en vigor en enero de 2009.

En julio del año pasado, la UNESCO y el INAH rindieron un homenaje al trabajo, a la creatividad y a la dedicación de Pilar Luna. Rodeada de jóvenes expertos de 15 países de Latinoamérica que asistieron al taller sobre la Convención del Patrimonio Subacuático, en Campeche, e inaugurado por el representante de la Oficina en México, Frédéric Vacheron, y por autoridades del Ayuntamiento de la ciudad, la Arqueóloga compartió una vez más sus conocimientos y su entusiasmo por lo que fue el amor de su vida. Pilar Luna falleció el 16 de marzo de 2020, en la Ciudad de México.