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Un barco escuela que lleva educación relativa a la conservación a los habitantes de las islas de Indonesia recibe un premio de educación para el desarrollo sostenible de la UNESCO

El Programa de Educación medioambiental Kalabia es uno de los tres galardonados de la edición 2018 del Premio UNESCO-Japón para el Desarrollo Sostenible. Angela Beer, fundadora del programa y consejera, evocó este reconocimiento con la UNESCO.

El Premio, que recompensa a cada uno de los tres galardonados con 50 000 dólares estadounidenses, será entregado durante una ceremonia, el 9 de octubre de 2018, en la Sede de la UNESCO, en París.

El Kalabia es una lección sobre el poder transformador de la educación para el desarrollo sostenible. El barco, de 34 metros de eslora, antigua chalupa utilizada para la pesca destructora del atún, se ha convertido en una plataforma flotante innovadora que enseña a los jóvenes la conservación del medio ambiente mientras navega entre las islas de Indonesia.

Transformado en sitio educativo, el barco se convirtió en la piedra angular de un programa de conservación del medio marino, impartido por un equipo consagrado de docentes locales en más de 100 aldeas costeras remotas dispersas a lo largo de los cinco millones de hectáreas que constituyen el archipiélago Raja Ampat, en Papúa Occidental, una región con una asombrosa diversidad biológica.

Angela Beer, consejera de educación, encargada de la evolución del programa desde sus inicios, declaró: “Nos honra y estamos orgullosos de que el programa Kalabia reciba un reconocimiento bien merecido por este proyecto de valor inestimable, en un lugar tan excepcional, único e importante a nivel mundial.”

Conservar los recursos naturales preciados

Desarrollado en sus inicios por Conservación Internacional e incorporado ahora a la Fundación Kalabia (Kalabia es el nombre local de un tiburón “que camina” endémico de estas islas), el programa comenzó en 2008 con el objetivo de mejorar el bienestar a largo plazo del pueblo papuano, proporcionándole los conocimientos necesarios para garantizar la preservación de sus recursos marinos y costeros con miras a un futuro sostenible.

“Hace quince años nadie había oído hablar de Raja Ampat”, afirmó Angela. “Entonces su extraordinario arrecife y la diversidad biológica de sus costas fueron reconocidos y todo cambió. Cuando las islas fueron ‘descubiertas’, los desafíos que planteaba su conservación se referían a las prácticas destructoras como la pesca con explosivos, el cercenamiento de las aletas de tiburón y, en general, la sobreexplotación pesquera.”

“Por otra parte, en las muchas islas de poca elevación, la población local tenía la costumbre de cavar en el arrecife para utilizarlo en la construcción de las casas. Eran corriente la explotación del coral y la caza furtiva de especies de tortugas marinas amenazadas. La gente no tenía conciencia de la importancia especial, la vulnerabilidad de esta zona y el interés de nuestro desafío era crear un programa para sensibilizarlos sobre estas cuestiones.”

No obstante, en solo un decenio, ocurrió un cambio mayor para la principal amenaza que se cernía sobre la región y, paradójicamente, fue el interés por su asombrosa diversidad lo que comenzó a atraer al turismo.

“La amenaza actual no tiene mucho que ver con el uso indebido y la extracción de los recursos naturales por parte de las poblaciones locales, sino más bien con las presiones vinculadas con el turismo y el desarrollo: la explotación de las islas se lleva a cabo con mucha rapidez, en un contexto que no es el de un turismo responsable o un desarrollo costero sostenible”, añade Angela.

Empoderar a los jóvenes y a los jefes de los clanes

Fue entonces que el Kalabia irrumpió en la escena, con la misión y la estrategia de comprometer a las comunidades, y sobre todo a los jóvenes, en favor del futuro y de los preciados recursos de sus islas. Para ello fue necesario trabajar con los consejos tribales y los clanes que tienen el derecho de propiedad desde la tierra hasta los arrecifes, y basar este trabajo educativo en una legislación tradicional y gubernamental. Se creó una red de seis áreas marinas protegidas (AMP) en Raja Ampat, con miras a ayudar a administrar y proteger los ricos océanos locales.

El Kalabia propone dar una vuelta por las islas, proporcionando programas educativos intensivos de 4 días destinados a los niños. Estos programas han sido diseñados para involucrar a todas las comunidades.

“Trabajamos con niños de 4° a 6° grados, una edad en la que tienen la curiosidad de aprendar y en la que absorben las informaciones como si fueran esponjas. También enseñamos a comunidades enteras que al hacer uso de prácticas no sostenibles están minando su propio futuro”, precisa Angela.

Durante los cursos intensivos impartidos por 5 ó 6 docentes a 30 alumnos, los niños siguen sucesivamente las lecciones por pequeños grupos, efectúan excursiones en el terreno y participan en juegos interactivos, de los cuales algunos se llevan a cabo a bordo del Kalabia.

“Con respecto a uno de los elementos más frágiles de este entorno, o sea, el arrecife coralino, los niños y los mayores creen a menudo que el coral es una roca o una planta, en vez de un animal vivo. Adquirir este tipo de conocimiento es vital para comenzar el cambio.

“Incluso en las zonas remotas, los desechos marinos se han convertido en un problema. Enseñamos el impacto de los plásticos en el medio ambiente y en la salud, y mostramos que no podemos deshacernos de ellos como si se tratara de una hoja biodegradable.”

El programa incluye un elemento de seguimiento y de examen, que registra las pruebas del cambio en los conocimientos, las competencias y las aptitudes, pero los hechos anecdóticos constituyen el indicador más poderoso del poder transformador de lo aprendido por los niños.

“Comenzamos la lección con una pregunta: ‘¿A dónde van a parar sus desechos cuando los echan al mar?’. Casi siempre responde, ‘lejos’. Entonces, después de haber limpiado juntos la playa y de haber buceado con un snorkel en el arrecife, les decimos que la isla de ellos también se halla ‘lejos’ con respecto a cualquier otra isla.”

Con respecto a los jefes de los clanes autóctonos, estos pueden ejercer sus derechos de propiedad a fin de bloquear o impedir que las personas ajenas a su isla practiquen la sobreexplotación de la pesca, pescando ellos mismos solo para garantizar su propia subsistencia y permitiendo de este modo que las reservas de peces locales tengan tiempo para regenerarse.

Desde sus inicios, el Kalabia ha instruido a más de 10 000 educandos mediante su programa básico, ha visitado más de tres veces todas las aldeas de Raja Ampat y ha influido en la vida de más de 100 000 personas gracias a sus programas ampliados.

En el futuro, el equipo espera utilizar el monto del premio para reforzar las capacidades del equipo de docentes papuanos, así como elaborar y publicar un nuevo conjunto de libros de relatos para distribuirlos en las diferentes comunidades locales. 

“Lo más significativo es que esperamos poder utilizar los fondos para obtener financiación adicional con miras a ampliar el programa”, concluye Angela. “El Gobierno de Papúa Occidental se declaró ‘Provincia de conservación’ de Indonesia y esperamos que todas las comunidades papuanas tengan acceso en los años venideros a un programa personalizado de educación medioambiental Kalabia.”