Lantern Min An Culture Hub hero

Siete importantes logros de la UNESCO en su labor de preservación del patrimonio cultural

¿Cómo se protege un patrimonio cultural? Desde la salvaguardia de los sitios del Patrimonio Mundial hasta el reconocimiento de los elementos del patrimonio inmaterial, pasando por el apoyo a la economía creativa.
Lantern Min An Culture Hub hero
Última actualización:24 de Mayo de 2022

La preservación del patrimonio cultural, una auténtica fuerza para construir un mundo mejor

¿Por qué debemos esforzarnos al máximo para preservar la cultura y hacerla florecer? La cultura es un recurso que fortalece la identidad y la cohesión de las comunidades humanas. En un mundo interconectado como el nuestro, es también uno de los recursos más potentes de que disponemos para transformar las sociedades y renovar las ideas. El papel de la UNESCO es proporcionar los instrumentos y capacidades que necesitamos para sacar el máximo partido de su energía renovable.

Los monumentos y lugares históricos, el patrimonio vivo y los sitios naturales enriquecen nuestra vida diaria de innumerables formas, ya sea teniendo un contacto personal directo con ellos o mediante cualquier dispositivo conectado. La diversidad cultural y la creatividad son las impulsoras naturales de la innovación. Los artistas, creadores e intérpretes nos ayudan a cambiar de muchas maneras nuestra visión del mundo y a replantearnos nuestro entorno. Todos estos elementos son muy valiosos para poder afrontar los problemas del mundo contemporáneo, desde crisis climática hasta la pandemia de COVID-19.

La noción de lo que es la cultura ha evolucionado enormemente en los últimos 75 años. Las actividades llevadas a cabo por UNESCO en los últimos decenios atestiguan las múltiples formas en que la humanidad ha tratado de entender progresivamente cómo la cultura puede fortalecer en nosotros el sentido de lo que somos. Primero, con la toma de conciencia de la necesidad de proteger el patrimonio cultural contra las destrucciones que surgió al finalizar la Segunda Guerra Mundial; luego, con la puesta en marcha de campañas internacionales para salvaguardar sitios del Patrimonio Mundial; después, con la elaboración e integración del concepto del patrimonio e inmaterial; y, por último, con la focalización en la importancia que tiene la economía creativa y en lo necesario que es mantener los empleos culturales y los medios de subsistencia de quienes los ejercen. En el último siglo, nuestra relación con la cultura ha experimentado un profundo cambio. Si examinamos el pasado, podremos estar mejor preparados para afrontar los nuevos cambios que se avecinan en el futuro.

Los Estados Unidos se unirán a la empresa internacional que ha captado la imaginación y la simpatía de la gente de todo el mundo, participando por consiguiente en la preservación de las civilizaciones, y así fortaleceremos y enriqueceremos nuestra propia civilización.

John Fitzgerald Kennedy35º Presidente de los Estados Unidos

Abu Simbel – No tenemos que escoger entre los vivos y los muertos

Pocos minutos antes de la salida del sol, miles of visitantes se alinean en el interior del templo de Abu Simbel, conteniendo la respiración. Han acudido allí para ser testigos de un excepcional acontecimiento que tiene lugar dos veces al año desde 30 siglos atrás. En efecto, justo a las 6.29 h de la mañana, los rayos del astro solar penetran por la estrecha entrada del templo y recorren más de 70 metros en su interior, pasando entre los inmensos pilares de su vestíbulo, hasta iluminar con su luz resplandeciente la estatua situada al fondo del santuario del faraón Ramsés II, el soberano que ordenó su construcción en el siglo XIII a.de C.

Tallado en una colina rocosa, el Templo del Sol Naciente se concibió para mostrar al pueblo nubio de la región del Alto Nilo el poderío del más grande de los faraones de Egipto. Con el correr del tiempo, este gran templo y sus dependencias subalternas fueron enterrados por la arena y quedaron sepultados durante siglos hasta su redescubrimiento en el año 1813. Este excepcional dechado de los conocimientos astronómicos y las técnicas arquitectónicas de la antigua civilización egipcia todavía se puede admirar hoy en día.

Algo más después de un siglo de su redescubrimiento, los vestigios más meridionales de la antigua civilización egipcia corrieron el peligro de ser abandonados y anegados por la crecida de las aguas del Nilo a causa de la construcción de la Gran Presa de Asuán. Concebido para fomentar el desarrollo de la agricultura, la economía y la independencia de Egipto, el proyecto de construcción de esta presa provocó un debate mundial que, a partir de ese momento, alimentó sin cesar las primeras planas de la prensa y las discusiones del público. ¿Se debía optar por la conservación de los monumentos de los muertos del pasado, o por la prosperidad económica de los vivos de hoy? ¿Por qué se debían prodigar atenciones a los vestigios de piedra y edificios de la antigüedad, cuando en el mundo contemporáneo había tantísima gente que pasaba hambre y necesitaba ayuda urgente?

En su campaña sin precedentes para salvaguardar los templos de Egipto, la UNESCO demostró por el contrario que la humanidad no debía sacrificar su pasado para que su presente fuera más próspero. En efecto, los monumentos de excepcional valor universal no sólo nos ayudan a comprender quiénes somos los seres humanos, sino que además nos ofrecen enormes posibilidades de desarrollo. Dos mil años después de que un autor y científico griego hiciera el famoso inventario de las siete maravillas del mundo, cobró vida la noción misma de Patrimonio Cultural Mundial.

La carrera contrarreloj para salvar los monumentos de Nubia comenzó en 1964, cuando la UNESCO empezó a coordinar la labor conjunta de expertos de 50 naciones para afrontar uno de mayores retos jamás planteados hasta entonces a la ingeniería arqueológica. Todo el templo de Abu Simbel fue cortado con esmero en grandes bloques, que una vez desmontados, transportados y ensamblados se colocaron en un nuevo emplazamiento situado a 65 metros por encima de las aguas del Nilo y a unos 200 metros de su orilla.

Actualmente, las cuatro estatuas majestuosas que guardan la entrada del gran templo miran a diario fijamente al río y al sol naciente, tal y como lo hacían 3.000 años atrás. El éxito de la cooperación internacional en el salvamento de Abu Simbel hizo cobrar al público conciencia de que por todo el mundo había sitios culturales y naturales de un excepcional valor universal que, como en el caso de los monumentos del valle del Nilo, debían ser protegidos contra los múltiples peligros que para ellos podrían suponer los conflictos armados, las destrucciones deliberadas, las presiones económicas, los desastres naturales y el cambio climático.

La Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, adoptada en 1972, es el instrumento jurídico internacional que consagró la noción de patrimonio mundial y agrupa a las naciones del planeta con el objetivo común de preservarlo. Rubricada por 194 Estados Miembros, esta convención es actualmente una de las que ha obtenido más ratificaciones en todo el mundo.

¿Cómo se inscribe un sitio en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO?

Para que se inscriba un sitio en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, su candidatura debe proponerla el país en el que éste se halle. Un grupo de expertos internacionales examina la propuesta y dictamina si se justifica la inclusión del sitio en la Lista. Por último, el Comité del Patrimonio Mundial, un órgano compuesto por 21 Estados Miembros de la UNESCO elegidos, decide por votación si se acepta o no la inscripción.

Venecia – ¿Pueden coexistir la salvaguardia del patrimonio cultural y el turismo mundial?

Pocos años después de la iniciativa para salvar los templos de Nubia, la campaña en favor de la salvaguardia de Venecia se emprendió para dar respuesta a diversos problemas como el ascenso de las aguas de su laguna y la explosión del turismo mundial.

Al salir de la estación ferroviaria de Venecia a una hora temprana de un día otoñal, los visitantes se topan con la visión de una densa capa blanda de niebla sobre el Gran Canal –la “calle mayor” de la ciudad– provocada por el contacto del aire gélido con el agua. La iglesia de San Simeone Piccolo, con su desmesurada cúpula y sus esbeltas columnas neoclásicas, parece estar flotando sobre las aguas de la laguna junto con sus edificios vecinos. Esta es la visión con la que acoge a los millones de visitantes llegados de todo el mundo la ciudad que en su edad de oro fue la Serenísima República de Venecia, una de las potencias económicas más prósperas de toda Europa.

Sin embargo, esta ciudad de sobrecogedora belleza, que ha inspirado a un sinfín de pintores, escritores y artistas a lo largo de los siglos, es muy endeble y corre el riesgo de desaparecer para siempre. Al igual que en el caso del templo de Abu Simbel, la supervivencia de Venecia se ve amenazada por el agua. La inexorable elevación del nivel del mar causa inundaciones que han llegado a ser periódicas. La humedad y los microorganismos están carcomiendo los largos pilotes de madera que los primeros habitantes del lugar hincaron, hace ya unos 16 siglos, en el fondo fangoso de la laguna para poner los primeros cimientos de Venecia.

Después de 1966, el año en que Venecia sufrió la peor inundación de su historia, la UNESCO y el gobierno italiano iniciaron una importante campaña para salvar la ciudad. Se emprendió un ambicioso proyecto de instalación de gigantescas compuertas móviles para aislar temporalmente la laguna de las mareas altas y proteger las zonas más bajas de la ciudad contra las inundaciones. Treinta años más tarde, hubo acuerdo unánime en que la operación de salvar a Venecia había dado resultados excelentes tanto en el plano de los avances técnicos como en el de la cooperación internacional.

No obstante, la supervivencia de la ciudad sigue necesitando que se le presten cuidados atentos y que se reiteren los llamamientos a mantenerse incansablemente vigilantes, porque sobre Venecia pesan varias amenazas: el turismo masivo; los posibles daños derivados del desarrollo urbano; y el flujo constante de cruceros turísticos gigantes que deterioran los frágiles cimientos de sus edificios.

La movilización y las presiones internacionales sobre la situación de Venecia han conducido al gobierno italiano a tomar en 2021 la decisión de prohibir la presencia de navíos de gran calado en el centro de la ciudad, una medida imprescindible para proteger su integridad medioambiental, paisajística, artística y cultural. Esta decisión se adoptó pocos días después de que la UNESCO anunciara su intención de inscribir a Venecia en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. Hasta que se localice un lugar apto para construir un muelle de atraque permanente destinado a los grandes cruceros, a éstos sólo se les permitirá fondear en Marghera, un suburbio industrial de Venecia. Las decisiones de este tipo muestran cuán compleja es la protección de las ciudades históricas y los centros urbanos con ricos patrimonios culturales que, en situaciones particulares, exige la adopción de medidas muy individualizas y el uso de técnicas muy distintas de las que se utilizaron para salvaguardar los legendarios templos de Egipto.

Si todos los museos del Nuevo Mundo fueran saqueados, si todos los edificios famosos del Viejo Mundo quedaran destruidos y solamente Venecia se salvara, bastaría con pasarse en ella la vida entera con deleite. Venecia, con toda su complejidad y variedad, es de por sí la mayor obra de arte que queda en el mundo.

Evelyn WaughNovelista, periodista y escritora de viajes inglesa

Angkor – Un logrado ejemplo de cooperación internacional duradera

En lo más profundo de los bosques de Camboya, en la Provincia de Siem Reap, se yerguen hacia el cielo las cinco torres del majestuoso templo de Angkor Vat en forma de flor de loto. Al acercarse a la entrada principal, la gran magnitud del templo y la exacta simetría de sus edificios producen una honda impresión. Es el monumento religioso más grande del mundo.

Angkor Vat formaba parte de una vasta ciudad, tan grande como Londres, que entre los siglos IX y XV fue la capital del imperio jemer, cuyo territorio se extendía desde el sur del Vietnam hasta Laos y desde el río Mekong hasta el este de Myanmar. Hacia el año 1.500 la capital jemer fue abandonada por sus habitantes, probablemente después de haber sufrido grandes inundaciones y prolongadas sequías. La vegetación de los bosques circundantes invadió totalmente sus templos y edificios, así como su complejo sistema de regadío, ocultándolos por completo hasta su redescubrimiento en 1860.

Hacia principios del decenio de 1990, el sitio se hallaba en una situación e grave peligro porque muchos templos corrían grandes riesgos de derrumbarse y un cierto número de ellos habían sido víctimas de saqueos. Los trabajos de conservación de Angkor se habían visto imposibilitados por el estallido de la guerra civil, la victoria del régimen de los jemeres rojos y los posteriores conflictos políticos y sociales.

La inscripción del templo de Angkor Vat en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1992 marcó un hito en la recuperación de Camboya, después de tantos años de conflicto. La preservación de los templos respaldada por la UNESCO tenía por objeto contribuir al desarrollo de la nación y a la reconciliación nacional. La acción llevada a cabo por el Comité Internacional de Coordinación para la Salvaguardia y el Desarrollo del Sitio Histórico de Angkor (ICC-Angkor) fue un ejemplo notable de solidaridad internacional y constituyó uno de los logros más impresionantes de la UNESCO en su labor de preservación del patrimonio cultural. Treinta países y un grupo especial de expertos en proyectos de investigación científica, restauración y conservación de monumentos se unieron para trabajar con un enfoque innovador que aunaba las operaciones de salvaguardia del patrimonio cultural con las actividades destinadas a fomentar el desarrollo sostenible.

En el espacio de 25 años, el sitio de Angkor se ha convertido en un laboratorio viviente que ha demostrado su capacidad para desarrollar el potencial del turismo sostenible y la artesanía, movilizando la participación de las comunidades locales de 112 aldeas en estas actividades y reforzando así la cohesión social. Este gigantesco sitio cultural sustenta actualmente a unos 700.000 habitantes y cada año debe gestionar un flujo turístico de unos cinco millones de visitantes. Las autoridades que lo regentan están llevando a cabo varios proyectos destinados a mejorar la vida de las comunidades, mediante la aplicación de medidas en favor de un turismo sostenible que respete la sensibilidad de la población local. El hecho de que el sitio se haya podido retirar de la Lista de la UNESCO del Patrimonio Mundial en Peligro, al cabo de 14 años apenas, es todo un logro meritorio atribuible al pueblo camboyano.

Si un proyecto de esta envergadura se ha podido realizar con éxito en un país que en 1992 acababa de salir de más de dos decenios conflictos armados, esto pone de manifiesto todo el potencial que encierran tanto la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO como las actividades lideradas por la Organización en el ámbito de la solidaridad internacional.

Paseando por el templo, vi los testimonios de la próspera civilización que los edificó: centenares de hermosas imágenes esculpidas en sus muros que contaban episodios de la historia de los antiguos habitantes; amplias galerías en las que probablemente habían entonado sus plegarias; y largos corredores alineados con pilares por los debieron transitar.

Nadie sabe con certeza por qué causas el poder del imperio jemer abandonó este templo y la ciudad circundante, pero lo cierto es que en el siglo XV casi todos sus habitantes ya se habían ido. Los árboles empezaron a crecer sobre las piedras de los santuarios, ocultándolos. Solamente algunos monjes budistas que se habían quedado se dedicaron a cuidar esos templos escondidos por la vegetación y a orar en ellos.

Todo eso no ha impedido que peregrinos y visitantes sigan viajando aquí para admirar estos increíbles edificios. Ahora, muchos siglos después, no puedo sino estar muy agradecida por haber podido contarme, yo misma, entre el número de sus visitantes.

Michelle Obamaex Primera Dama de los Estados Unidos

Mostar – La importancia de los símbolos en la guerra y en la paz

En Bosnia-Herzegovina, los días finales del mes de julio marcan el pico estival de la afluencia de turistas que recorren las calles empedradas de la acogedora ciudad medieval de Mostar, depositaria de una larga y rica historia caracterizada por la coexistencia pacífica de tres comunidades: bosnios musulmanes, serbios ortodoxos y croatas católicos. Cuando llegan a Mostar, los visitantes de todo el mundo lo primero que hacen es ir directamente a contemplar su monumento más emblemático, el Puente Viejo, conocido localmente por el nombre de “Stari Most”.

Obra maestra de la arquitectura otomana, este puente era todo un símbolo de la unidad entre las diferentes comunidades que habían convivido en Mostar secularmente. Desde el siglo XVI hasta la guerra de Bosnia, fue siempre el punto común de tránsito, enlace y encuentro que les permitía a todas ellas atravesar el río Neretva para trasladarse desde la parte oriental de la ciudad, habitada por bosnios musulmanes, a la parte occidental, poblada por serbios y croatas cristianos. Por ser el “Stari Most” un puente peatonal y carente por completo de cualquier valor estratégico o militar, lo único que entrañó su destrucción en 1993 fue separar por la fuerza a todas esas comunidades vecinas e imponerles que no se mezclaran entre sí. Las ruinas del puente se hundieron, pues, en el río, junto con los valores morales de paz y entendimiento mutuo que su antiguo arco había encarnado durante siglos.

Cinco años después, la UNESCO coordinó un proyecto destinado a reconstruir el Puente Viejo. Pese a que las cicatrices de la guerra se pueden ver todavía hoy en los muros de la ciudad, el puente reconstruido se ha convertido de nuevo en un símbolo de reconciliación y de recuperación de las secuelas de la guerra.

Hoy en día, toda una muchedumbre sale a la calle para asistir al concurso tradicional de saltos al agua desde lo alto del “Stari Most”, una arraigada tradición que se ha reanudado después de que el puente haya recobrado su pasado esplendor gracias a las obras de restauración. Tal y como hacían antes de la Guerra, todos los meses de julio los jóvenes de las tres comunidades de Mostar compiten con arrojo lanzándose a las aguas del río desde los 29 metros altura que las separan del pretil del puente.

Durante más de cuatro años después del alto el fuego, los enemigos de antes se pusieron juntos a recuperar en las orillas del río las antiguas piedras caídas del Puente Viejo para reconstruir en común lo que había sido un símbolo de su amistad. Reconstruido en 2004 e inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2006, el “Stari Most” es ahora un puente que une un pasado en común y un futuro también en común. Si bien es cierto que no basta con reconstruir un puente para restablecer totalmente la confianza y restaurar plenamente la paz en una sociedad desgarrada por una guerra, lo que sí es ciertamente importante es cuidar los símbolos de la paz.

Me encontraba en mi oficina trabajando mientras se escuchaban disparos de morteros, cuando oí en la calle lamentos y gritos que decían: ¡se ha derrumbado el puente! Esto me causó una impresión que no olvidaré jamás. Toda la gente se echó a la calle para ver lo ocurrido. Aunque obuses y granadas seguían lloviendo por todas partes, jóvenes y viejos, personas endebles y robustas, musulmanes y cristianos, todos volvíamos a salir de nuestros escondites, gritando y lamentándonos, para llegar a verlo. Porque el puente formaba parte de nuestra identidad. Nos representaba a todos nosotros.

A. BubićComisionado de Cultura y Deporte, Mostar Este, Bosnia y Herzegovina (1995)

Tombuctú – Cuando los caudillos de bandas armadas atacan el patrimonio cultural, la respuesta de los promotores de la paz es restaurarlo y fortalecerlo

Situada a las puertas del desierto del Sahara, Tombuctú evoca la imagen de una mítica ciudad del fin el mundo, a la que viajaban mercaderes árabes y africanos para comerciar con sal, oro, ganado y cereales. En inglés, el nombre de esta ciudad del norte de Malí ha llegado a cobrar el significado de “lugar lejano”. Impávidos caravaneros siguen aún cruzando el desierto varias veces al año para traer a la ciudad cargamentos de sal de roca extraída en el norte del Sahara, tal y como lo hicieron sus antepasados durante siglos.

En su edad de oro, el siglo XVI, esta ciudad contaba con 100.000 habitantes y sus mezquitas y santuarios desempeñaron un papel esencial en la difusión del islam en África. Tombuctú se convirtió en un importante centro de enseñanza del continente africano y sus bibliotecas llegaron a albergar, por lo menos, unos 700.000 manuscritos históricos sobre artes, ciencias y medicina, así como copias del Corán. Escritos con una caligrafía ornamentada, esos manuscritos constituían un testimonio de la riqueza de la historia y la vida intelectual de África.

Durante el conflicto armado de 2012-2013, se perdieron más de 4.000 de los 40.000 manuscritos conservados en el Instituto Ahmed Baba. Algunos ardieron o fueron robados, y más de 10.000 quedaron en un estado un estado crítico de conservación. Los habitantes de Tombuctú contribuyeron a salvar su patrimonio cultural llevando en secreto más de 300.000 manuscritos a Bamako, la capital del país. Otros textos se ocultaron entre paredes de adobe o se enterraron. Aunque esto les protegió de su destrucción inmediata, ahora su estado de conservación se encuentra en unas condiciones que quizás no permitan salvaguardarlos para las generaciones venideras.

Para contribuir a la preservación del patrimonio cultural de Tombuctú y fomentar la reconciliación entre las comunidades locales, la UNESCO les ha venido prestando apoyo para que participen activamente en proyectos de conservación de manuscritos antiguos, con vistas a garantizar su preservación perdurable en beneficio de la humanidad.

La UNESCO coordinó las obras de reconstrucción de los 14 mausoleos de la ciudad inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, así como las de las mezquitas de Djingareyber y Sidi Yaha. Todos estos monumentos fueron objeto de destrucciones deliberadas por parte de grupos de combatientes durante el conflicto armado.

La reconstrucción del patrimonio cultural devastado de Tombuctú también tiene por objeto fomentar la reconciliación de las comunidades de la ciudad, restablecer la confianza entre ellas y fortalecer su cohesión. Otro importante aspecto de la acción emprendida fue enmarcar la restauración de los mausoleos en una estrategia global destinada a revitalizar las técnicas tradicionales de albañilería, así como a garantizar su pervivencia mediante proyectos de conservación y actividades de formación en los puestos de trabajo.

Para garantizar que la reconstrucción de los lugares sagrados se ajustara lo más posible a la estructura y forma de los destruidos anteriormente, las obras se efectuaron comparándolas con fotografías antiguas de los monumentos y consultando a las personas mayores de la ciudad que los conocían bien. Los trabajadores usaron sus métodos tradicionales de albañilería y emplearon materiales autóctonos como aljez, paja de arroz y “banko” (una mezcla de arena pedregosa y agua).

La conmoción ocasionada por la destrucción de los mausoleos de Tombuctú evidenció claramente la importancia que han cobrado los ataques a la cultura en general, y más concretamente al patrimonio cultural, en los conflictos armados contemporáneos avivados por el extremismo violento y las ideologías fundamentalistas. Esa destrucción demostró también hasta qué punto los fundamentalistas están totalmente resueltos a destruir las demás culturas islámicas, o cualquier otra visión del mundo que difiera de la suya. En Iraq y en Siria, ya se habían producido anteriormente destrucciones análogas del patrimonio cultural, ya fuese preislámico, islámico, cristiano o judío. La necesidad de restaurar el patrimonio cultural ya no es una mera cuestión que concierna a la cultura exclusivamente, porque se ha convertido en una cuestión de seguridad y en un componente esencial del fortalecimiento de la resiliencia y la ulterior cohesión de las sociedades desgarradas por conflictos armados.

Los monumentos de Tombuctú son hoy en día un patrimonio cultural vivo, íntimamente vinculado a los rituales religiosos y las reuniones sociales de las comunidades. Sus formas y configuraciones siempre han ido evolucionado con el tiempo debido a los siguientes factores: las intervenciones anuales necesitadas por las precipitaciones lluviosas y la erosión de los enlucidos de los edificios; los trabajos de mantenimiento periódicos, realizados cada tres o cinco años; las reparaciones de daños estructurales, acompañadas a menudo con la instalación de contrafuertes; y las obras ocasionales de mayor envergadura, como ampliaciones de los edificios o levantamientos de la estructura de los techados. ¿Cómo se debe tener todo eso en cuenta, cuando se trata de orientar y ayudar a la población local a que fortalezca sus propias capacidades y su tenaz perseverancia en el mantenimiento de su patrimonio cultural, tal y como lo ha venido haciendo durante más de 600 años? ¿Qué se debe hacer y en qué medida? ¿Quién debe asumir la responsabilidad de lo que se haga? El alcance de estos interrogantes de difícil respuesta sobre la preservación del patrimonio cultural va mucho más allá que la mera decisión de admitir la inscripción de un sitio en la famosa Lista del Patrimonio Mundial.

La sal llega del norte, el oro del sur y la plata de la tierra de los blancos, pero solamente en Tombuctú encontramos la Palabra de Dios, famosos objetos, relatos y cuentos fantásticos.

Proverbio africano

Preservación de la identidad y las tradiciones culturales coreanas – El vínculo del patrimonio vivo

Estamos a finales del mes de noviembre, en la aldea de una zona rural cercana a Jeonju, capital de la Provincia de Jeolla del Norte. El tiempo ha refrescado y apenas queda un par de semanas para que llegue el invierno.

Hay que prepararse para el frío glacial de esta larga estación. Ha llegado la hora de preparar el “kimchi”.

Este alimento básico de la República de Corea está compuesto por hortalizas en conserva, saladas y fermentadas, que se sirven como plato de acompañamiento en todas las comidas. No sólo es el plato emblemático del país, sino que su preparación (“kimjang”) es todo un acontecimiento para las comunidades.

Las amas de casa siguen con atención las previsiones meteorológicas para determinar en qué fecha será más propicia la temperatura para hacer el “kimchi”. Familias enteras, amigos y vecinos se reúnen para prepararlo juntos. El proceso de elaboración es bastante trabajoso y hacen falta muchos brazos con vistas a preparar las grandes cantidades de hortalizas necesarias para que duren todo el invierno. El “kimjang” permite a todos los reunidos trabajar juntos, intercambiar recetas culinarias y relacionarse. Las familias se turnan para elaborar el “kimchi” y así estrechan aún más sus lazos de amistad.

Hoy, todos los habitantes de la aldea van a reunirse en una misma casa porque ya ha llegado el momento del “kimjang”. Todos juntos, van a lavar el repollo chino puesto en salmuera la noche anterior y van a mezclar todos los condimentos que darán al “kimchi” un especial sabor, entre agrio y picante, que es único en su género. Los métodos e ingredientes para su elaboración se transmiten de madres a hijas en el seno de las familias, de tal modo que la costumbre cultural del “kimjang” se ha ido preservando a lo largo de las generaciones.

En 2013, la UNESCO incluyó el “kimjang” en Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por considerarlo un elemento importante de la cultura coreana, ya que encarna el espíritu de cooperación y trabajo en equipo del país. El “kimjang” es un bien cultural esencial de las comunidades y ha merecido ser preservado como patrimonio inmaterial de la humanidad. Aunque puede haber variantes regionales en su modo de preparación, el “kimchi” es un elemento del patrimonio cultural que rebasa las diferencias de clase social, los límites provinciales, e incluso las fronteras nacionales.

Las prácticas culturales son a menudo el origen del establecimiento de fronteras entre naciones y de conflictos entre sus ciudadanos, pero las prácticas culturales comunes pueden suscitar la esperanza de que abran un camino para la reconciliación.

Esa esperanza se materializó en 2018, cuando la República Popular Democrática de Corea y la República de Corea decidieron preparar juntas una candidatura común para solicitar a la UNESCO la inscripción de la lucha coreana tradicional denominada “Ssirum/Ssireum” entre los elementos que figuran en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El “Ssirum/Ssireum” es a la vez un deporte físico y una diversión muy popular que se practica y se disfruta en toda la Península de Corea. En el “Ssirum” practicado en el Norte de la península, los dos luchadores intentan tumbar a su contrincante al suelo utilizando el torso, las manos, las piernas y la “satpa”, una faja de tela atada alrededor de la cintura y a una pierna. El “Ssirum” se distingue por el uso de la “satpa” y al ganador del combate se le ofrece un toro como recompensa. En el Sur de de la península, el “Ssireum” es un tipo de lucha en el que los dos adversarios, portadores de un largo cinturón de tela atado alrededor de la cintura y de un muslo, intentan enganchar el cinturón de su oponente recurriendo a diversas técnicas para tumbarlo en el suelo. Los vencedores de las finales de los torneos para adultos son premiados con el título de “Jangsa” y con un buey que simboliza la abundancia agropecuaria.

Por ser un deporte abordable que entraña un mínimo riesgo de causar lesiones físicas, el “Ssirum/Ssireum” ofrece la posibilidad de mejorar la salud mental y física. Entre las familias y las comunidades locales coreanas la tradición de practicar este tipo de lucha está ampliamente extendida: los niños aprenden de otros miembros de su familia las técnicas de combate, las comunidades locales organizan torneos anuales y en las escuelas hay sesiones de entrenamiento.

Tras la mediación de la UNESCO, los dos Estados Partes en la Convención llegaron al acuerdo de que sus respectivos expedientes de candidatura fueran examinados simultáneamente por el Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial en noviembre de 2018. La UNESCO se congratuló por esta iniciativa en favor de la cooperación regional y, posteriormente, se adoptó la histórica decisión de inscribir en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad el elemento denominado “‘Ssirum/Ssireum’, lucha tradicional coreana”, presentado conjuntamente por la República Popular Democrática de Corea y la República de Corea. Aunque en las listas de la Convención ya se habían inscrito antes elementos propuestos en expedientes de candidaturas multinacionales presentadas por varios Estados (por ejemplo, el cuscús, el arte de la cetrería, o la dieta mediterránea), fue un hecho sin precedentes que los dos Estados Partes solicitaran al Comité Intergubernamental la inscripción conjunta de la lucha tradicional coreana en la Lista Representativa. Esto ha marcado un hito altamente simbólico en el camino hacia la reconciliación intercoreana. También ha representado un éxito para el establecimiento de lazos más estrechos y profundos entre las dos partes de ambos lados de la frontera intercoreana, así como para el papel que debe desempeñar la diplomacia cultural en las relaciones internacionales.

Durante el ‘kimjang’, las mujeres se agrupaban y cotilleaban. Había quienes iban a la búsqueda de una pareja. Hubo incluso algunos matrimonios que se conocieron en esas reuniones colectivas de preparación del ‘kimchi’.

Sunhui ChangChef coreano-estadounidense

Promover la cultura en el mundo posterior a la COVID-19

Las industrias culturales y creativas figuran entre los sectores económicos del mundo que están experimentando un crecimiento más rápido. Con un valor global estimado en unos 4,3 billones de dólares año, el sector de la cultura representa hoy en día un 6,1% de la economía mundial. Esas industrias generan anualmente ingresos cifrados en 2,25 billones de dólares, crean unos 30 millones de empleos aproximadamente en todo el mundo, y constituyen el sector que más trabajo proporciona a la franja de jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 29 años de edad. Además, han llegado a desempeñar un papel esencial en el ámbito del desarrollo económico inclusivo, al reducir las desigualdades y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en la Agenda 2030.

La Convención para la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, adoptada en 2005, marcó un hito en la política cultural internacional. Con este histórico convenio, la comunidad mundial reconoció oficialmente la doble índole –cultural y económica– de las expresiones creadas por los artistas y profesionales del sector cultural. La Convención de 2005 es un elemento central de la economía creativa porque configura la concepción y aplicación de las políticas y medidas destinadas a apoyar la creación, producción y distribución de los bienes y servicios culturales, así como a facilitar el acceso a ellos.

Al reconocer el derecho soberano de sus Estados Partes a mantener, adoptar y aplicar políticas destinadas a proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales, tanto en el plano nacional como internacional, esta Convención presta apoyo a los gobiernos y la sociedad civil en la búsqueda de soluciones en materia de políticas.

Por último, al estar basada en el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, la Convención de 2005 proporciona un nuevo marco para el establecimiento de sistemas de gobernanza de la cultura debidamente informados, transparentes y participativos.

Un replanteamiento constante de las nociones de cultura y patrimonio

La historia de la UNESCO atestigua de por sí la profunda transformación experimentada en los últimos decenios por la noción de lo que es la cultura. Después de la adopción de las convenciones mundiales de los decenios de 1960 y 1970 que se centraban principalmente en la protección de los edificios y vestigios históricos, la cooperación internacional se ha orientado hacia nuevos aspectos de la protección y promoción de la cultura: el patrimonio cultural inmaterial, la diversidad cultural y la economía creativa. En la definición de lo que se entiende por “cultura” desempeñaron un papel precursor la Conferencia MONDIACULT, celebrada en México en 1982, y el informe Nuestra Diversidad Creativa elaborado por la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, encabezada por el ex Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar. Se espera que en la próxima reunión de la Conferencia MONDIACULT, prevista para tener lugar de nuevo en México en septiembre de 2022, se haga un balance de los progresos realizados en las políticas culturales durante los últimos 40 años y se replanteen sus futuras orientaciones para el mundo posterior a la pandemia de COVID-19.

Vea estos sitios del Patrimonio Mundial:

“Qhapaq Ñan” – Sistema Vial Andino (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú)

Construida por el Imperio Incaico, esta red vial de 30.000 kilómetros de calzadas, caminos, senderos y puentes se extendía desde la Amazonia hasta los Andes, a través de montañas, valles, bosques pluviales y desiertos, y comunicaba los territorios más lejanos del imperio con su capital, la ciudad de Cusco. Por su gran magnitud, el “Qhapaq Ñan” es una obra maestra de ingeniería que pone de relieve el gran dominio de las técnicas de construcción que poseían los incas.

Recorrido todos los años por miles de visitantes que se dirigen a sitios arqueológicos de la región como el de Machu Picchu (Perú), este sitio se inscribió en la Lista del Patrimonio Mundial en 2019 con lo que se ha logrado que ahora pueda aspirar a la obtención de las subvenciones que tanto necesita para ser restaurado.

Conjunto de Borobudur (Indonesia)

Borobudur es el mayor templo budista del mundo y uno de los sitios arqueológicos más importantes del Asia Sudoriental. Construido entre los siglos VIII y IX, se halla en la parte central de la isla de Java. Su estructura consta de tres niveles: una base piramidal compuesta por cinco terrazas cuadrangulares concéntricas; un tronco de cono formado por tres plataformas circulares; y una estupa monumental que remata el conjunto del edificio. Las balaustradas y los muros, ornamentados con delicados bajorrelieves, ocupan una superficie de 2.500 m2 en total. En los contornos de las plataformas circulares hay 72 estupas abiertas que albergan otras tantas estatuas de Buda. Este monumento se restauró en el decenio de 1970 con ayuda de la UNESCO.

Paisaje cultural y vestigios arqueológicos del Valle de Bamiyán (Afganistán)

Este paisaje cultural se inscribió en 2003 en la Lista del Patrimonio Mundial y en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro, simultáneamente. El sitio se halla en un precario estado de conservación por haber sido víctima de abandono en su mantenimiento, así como de ataques militares y atentados con cargas de dinamita. Algunas partes del sitio son inaccesibles debido a la presencia de minas terrestres antipersonal.